Algunos alimentos no deben guardarse en el refrigerador porque pueden perder sabor, textura o calidad, aunque es un electrodoméstico necesario para mantener frescos muchos alimentos. He aquí algunos ejemplos:
Tomates: Refrigerar los tomates puede hacer que pierdan su textura y sabor. Se aconseja mantenerlos fuera del frigorífico hasta que estén maduros, momento en el que se pueden consumir.
Plátano: En el frigorífico, los plátanos pueden decolorarse porque el frío impide que maduren. Para mantener su frescura, puede conservarlos a temperatura ambiente y, si es necesario, refrigerarlos una vez maduros.
Ajo: En el frigorífico, el ajo puede crecer y desarrollar moho. Es mejor guardarlo en un tarro abierto en la despensa o en otro lugar fresco y seco.
Cebollas: En un ambiente húmedo, como el frigorífico, las cebollas pueden volverse blandas y mohosas. Guárdelas en un lugar seco y fresco, idealmente en una caja perforada o una bolsa de malla para que circule mucho el aire.
Papas: Cuando las papas se enfrían, pueden adquirir un sabor dulce. El mejor lugar para guardarlas es lejos de las cebollas, en una zona fresca y oscura.
Aceite de oliva: Refrigerar el aceite de oliva puede hacer que se endurezca. Debe conservarse en un lugar fresco y oscuro.
Para garantizar la frescura y la seguridad de los alimentos, es fundamental seguir en todo momento las recomendaciones del fabricante y las pautas de conservación específicas de cada tipo de alimento.